domingo, 27 de marzo de 2022

 

La calle de los Baños

Modesto paraiso perdido

Relatos y Retratos del Saltillo Antiguo

Ariel Gutiérrez Cabello

Antiguamente fue una de las más hermosas y típicas de nuestra ciudad. Localizada en la parte poniente de la ciudad, esta antigua vía nació a la orilla del Rio de la Presa, debido a la reducción de agua, el cauce terminó con el nombre de Arroyo de la Presa, más tarde Arroyo del Pueblo. De sur a norte, corría una acequia flanqueada por frondosos árboles. A principio del siglo veinte, la calle cambió de nombre a Cuitláhuac, penúltimo tlatoani mexica, señor de Iztapalapa y hermano de Moctezuma Xocoyotzin.

En tiempos post revolucionarios se renombró la calle con el nombre del general Francisco Murguía López de Lara, oriundo del rancho Guadalupito, perteneciente a la hacienda de Majoma, municipio de Mazapil, Zacatecas. El general Murguía militó al lado del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, el señor Venustiano Carranza Garza.

 En Saltillo, el que no es poeta, hace cajeta.

La calle da inicio en la antigua estación de ferrocarril, donde extrañamente no se puede acceder a ella. La calle es un zigzag, se prolonga hacia el norte, hasta topar con la calle de Presidente Cárdenas. En los primeros tramos de la calle existieron grandes huertas de nogales, membrillos, manzanos y perónes, frutas típicas con las que se elaboraban las famosas y deliciosas cajetas y jaleas. Por los años cincuenta del siglo pasado, se podía ver aun el riachuelo que conducía el agua para el riego de las huertas. La cada vez menos agua hizo desaparecer aquellos hermosos árboles, hoy en día son contadas las casas que conservan vestigios de aquellos imponentes árboles.    

Las huertas de la familia Jaramillo estuvieron en la hoy esquina N.O. de Ramos y Murguía, la cual desapareció para dar paso a la fábrica de refrescos El Carmen, al pasar por enfrente se podía ver a través de sus ventanales, la maquinaria que movía los envases de vidrio con su característico color verde, como un desfile las botellas una detrás de otra, eran rellenadas del líquido de cola.

Herencia Tlaxcalteca.

Don Catarino Hilario fue uno de los fundadores de las famosas huertas de la calle de los Baños. Otras huertas del señor Catarino Hilario fueron heredadas a sus sobrinas, las señoritas Vega, una de ellas se encontraba en el número 128, entre la hoy calzada Madero y la Calle de Aldama, ahí, Juan Rodríguez Navarro y su esposa Maria del Refugio Vega, construyeron una casa de buen tamaño, luego la propiedad fue comprada por las hijas de don Guillermo Purcell, la llamaron Quinta Purcell. Las señoritas Purcell la utilizaban como casa de campo, hace tiempo fue adquirida por la familia Jiménez. La propiedad tiene un muro que ha venido desafiando la gravedad, como el viejo junco, se dobla, pero no se cae.

Dia de campo en la ciudad

Antiguamente, durante la época de verano, muchas familias solían pasear en las huertas de la calle de los Baños. Comer bajo la sombra de los árboles y respirar aire fresco, eran los ingredientes para el perfecto día de campo. Otra huerta fue la de don Severo Fernández, otra más perteneció a Catarino Rodríguez quien tiempo después pasó a ser propiedad de Cesáreo Elizondo. En la Quinta Manuel Roberto propiedad de don Genovevo Farías, en las épocas de verano se organizaban bailes así como en el nogal grande de la Quinta los Cedillo.

En los terrenos donde hoy se localiza el Hospital Universitario estuvo la huerta de Crescencio Rodríguez y la de José María Garza Maciel, quien tiempo después la vendió a Blas Rodríguez. Otros afortunados propietarios de huertas fueron, Francisco Rodríguez, el licenciado Gabriel Valerio, Casimiro de los Reyes, doña Josefa Zertuche. Calle abajo vivió el matrimonio formado por Leopoldo Martinez Zamora y Mercedes Cadena, viejas consejas populares no confirmadas, hablaban de que, en ese espacio estuvo la casa del último gobernador Tlaxcalteca. Otra famosa huerta que tristemente muchos vimos como los enormes nogales iban muriendo poco a poco en la Huerta de Los Pilares, ubicada donde topa la calle Aldama.

Descendientes de tlaxcaltecas o tlaxcaltecas puros, fueron los señores Doroteo y Nicolás Fermín, sus propiedades las adquirió don Jesús Acuña, padre del licenciado del mismo nombre que fue Gobernador interino de Coahuila y Secretario de Gobernación, en tiempos del presidente Venustiano Carranza. Ahí en 1914 el licenciado Acuña construyó casas para obreros y se opuso terminantemente, que se cambiara la zona de tolerancia a la antigua calle de los Baños, ya que había adquirido el nombre de la “cuadra colorada”  

Nombre y costumbre perdidos

El origen del nombre de la calle de los Baños viene de una vieja costumbre que se celebraba en el mero día de San Juan. Muy temprano cada 24 de junio, la gente acudía a tomar un baño en las pilas de agua de las huertas. Después del refrescante baño veraniego, los dueños disponían platones de fruta de la huerta e invitaban a desayunar bajo la sombra de las grandes chayoteras. La gente trabajadora tomaba el baño en plena calle, directo del abundante caudal de la acequia. Muy cerca de la esquina de la antigua calle de los Baños y que en otro tiempo llevó el nombre Venustiano Carranza, hoy Manuel Pérez Treviño existió la tienda de abarrotes La Guadalupana.

Hoy solo queda conformarnos con el recuerdo de aquellas huertas y la abundante agua que nuestros abuelos supieron cuidar y disfrutar.  



Calle de los Baños, saltillo, Coahuila circa 1920. Fotografía de Alejandro V. Carmona 



Arroyo del Pueblo, sus fueron aguas utilizadas para el riego de las huertas de la calle de los Baños. Circa 1918 Foto Manuel Macías.


Tipica huerta como las que existieon en la calle de los Baños 


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domingo, 20 de marzo de 2022

 

WAITE, EL VIRTUOSO DE LA LUZ EN SALTILLO.

Relatos y Retratos del Saltillo Antiguo

Ariel Gutiérrez Cabello

Charles Burlingame Waite. Nació en 1861 en Akron, Ohio, Estados Unidos. Sus primeras fotografías aparecieron en las guías para viajeros de varias compañías ferrocarrileras estadounidenses. Llegó a México en 1896. Con su pesada cámara transitó en ferrocarril por casi todo el país. Logró captar bellas escenas de gente citadina y campirana; así como pintorescos pueblos, en su mayoría cercanos a la red ferroviaria existente de aquellos años. La gran mayoría de las preciosas fotografías de Waite se transformaron en bellas tarjetas postales, utilizadas para la promoción turística de varias ciudades de México.

En 1901, Waite regresó a los Estados Unidos para participar en la exposición fotográfica de la ciudad de Búfalo, Nueva York, ahí, mediante una exposición mostró los rostros del México de finales del siglo XIX. Al año siguiente, de vuelta en México se incorporó a las filas del prestigiado periódico El Mundo Ilustrado, donde publicaron sus trabajos por varios años. En el ocaso de la época Porfiriana, fue uno de los pocos fotógrafos que cubrieron la visita de Elihu Root a México; Secretario de Estado y después Secretario de Guerra cuando era presidente Theodore Roosevelt. Colaboró en un par de exploraciones científicas con Carl Lumholtz y con Hans Gadow, sus trabajos fotográficos le redituaron importantes ganancias, por ello adquirió varias fincas en la región del Istmo en el estado de Oaxaca.

Waite tuvo una importante participación durante la conmemoración del centenario de la Independencia de nuestro país. En los días de la Decena Trágica, obtuvo imágenes de los destrozos de los eventos bélicos. En el edificio de YMCA, Asociación de Jóvenes Cristianos, armó un montaje para sacar fotografías como si se tratara de eventos en vivo, al descubrírsele el truco, perdió muchísima popularidad, al poco tiempo regresó a Estados Unidos.

Durante la estancia C. B. Waite en México, dio cuenta de los avances del porfirismo en pueblos y ciudades, registró el inmenso rezago social y la inmensa pobreza. Waite tuvo una extraña fascinación por retratar el México indígena, Elizabeth Fuentes Rojas de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM, no vacila y apunta sobre la obra de C. B. Waite: “El asunto favorito de Waite parece haber sido el género femenino, muestra una especial preferencia por documentar su presencia en su entorno cotidiano, pero es la mujer del medio rural a la que se dedica particularmente”.

El valioso trabajo Charles B. Waite, comprende desde 1896, hasta su partida en 1913. Visitó Aguascalientes, León, Irapuato, Tlaxcala, Puebla, Oaxaca, Cuernavaca, Saltillo y otras ciudades del estado de México y Querétaro. Por fortuna la extensa producción fotográfica de Waite se encuentra dividida y resguardada en varios acervos de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, Archivo Casasola, Archivo General de la Nación y el Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Saltillo y su gente se dejaron retratar por Waite.

A mediados del mes de noviembre de 1900, arribó a nuestra ciudad.  Logró captar una buena parte del entorno de la ciudad. Se quedaron para la posteridad, escenas de la vida cotidiana y sus moradores, casas alrededor de la Alameda, el interior de algunas tiendas, edificios, plazas, molinos de trigo y las fábricas textiles que se localizaban por el rumbo norte de la Aurora y la textil de Arteaga. También se enfocó en visitar y dejar constancia de dos lugares importantes de la guerra entre México y Estados Unidos; el fortín Taylor, también llamado de los Americanos y los áridos campos de la Angostura, sede de la cruenta batalla del mismo nombre en 1847. 

El testimonio gráfico de Waite

Como ningún otro fotógrafo de la época, retrató en Saltillo a políticos de los tres niveles de gobierno, las polvorientas calles del centro, los tranvías de mulitas, la plaza de toros de Guadalupe, trabajadores, niñas, niños y aspectos de la Alameda Zaragoza. Desde un punto alto del Cerro del Pueblo, al tener las condiciones propicias de luz, dio clic a su cámara; el resultado fue una bellísima vista panorámica de la ciudad de Saltillo. Una monumental copia de la imagen panorámica de Saltillo se encuentra en una de las salas del R. Ayuntamiento de Saltillo.

Alrededor de cien imágenes de Saltillo fueron hechas por Waite, las originales se pusieron en un álbum, el cual logró sobrevivir por más de un siglo, ya que los propietarios de la Ferretería Sieber, supieron guardarlo dentro de una caja fuerte.  Hace unos años logramos formar el Fondo Fotográfico Sieber y publicar un libro con todas las históricas fotografías tomadas en 1900.

Numerosos edificios de Saltillo han desaparecido, los empedrados de sus calles han sido remplazados por asfalto, muchas de las casas han eclipsado para dar lugar a otras construcciones “modernas”. Los viejos mesones se han ido. De los molinos de trigo sólo quedan vestigios, sólo parte de los antiguos acueductos que servían de fuerza hidráulica para las fábricas textiles siguen en pie. Las viejas fotografías de Waite de la ciudad son testimonio invaluable, engrandecen el cariño  a nuestra querida ciudad.

 

domingo, 6 de marzo de 2022

 

La antigua calle de Santa Ana en el tiempo.  

La antigua calle de Santa Ana, hoy llamada Vicente Guerrero, fue nombrada con el propósito de perpetuar la memoria de uno de los héroes de nuestra Independencia. A pesar de no ser muy larga, la calle está cargada de historia; esconde secretos y recuerdos que despiertan el orgullo de varias generaciones de familias que vivieron en ella.

Por mucho tiempo la calle de Santa Ana marcó el límite de la ciudad y sirvió de entrada a la ciudad, albergaba modestas casas de adobe y varias fincas con establos de vacas lecheras, como el de Teodoro Sánchez y la de la familia del famoso panadero Leoncio Saucedo Saucedo.

Desde de la fundación de la ciudad.

La calle nace al desprenderse de la serpenteante calle Bolívar, justo en las inmediaciones del bravo barrio del Águila de Oro. En la actualidad tiene sentido de sur a norte. La calle termina en los muros del primer templo bautista de la ciudad. Hasta hace unos años, se podía dar un giro a la izquierda, continuar por un costado de la plaza y la iglesia de San Francisco de Asís, para topar con la calle de Juárez, la otra opción, frente a los muros del templo bautista, era girar a la derecha y seguir por la calle de Ateneo. El tramo de Ateneo a Juárez se cerró para ampliar el atrio y parte de la plaza de san Francisco.

Intervención Francesa

El 5 de agosto de 1866, la antigua calle de Santa Ana fue escenario de una feroz batalla entre las tropas al mando de don Victoriano Cepeda y el ejército francés. Justo donde comienza la hoy calle Guerrero, existió la vivienda del señor Santiago Sánchez y Sánchez, dicha finca sirvió de cuartel para los imperialistas, los galos tenían tomada la ciudad semanas atrás, la casa, resultó severamente afectada por los disparos de artillería de los bandos contendientes. La mencionada casa sirvió de nueva cuenta como fortín en tiempos de la Revolución Mexicana.

La histórica casa fue edificada por don Mariano Sánchez y vendida más tarde a don Jesús Dávila de la Peña, padre de don Jesús Dávila Sánchez, uno de los colaboradores más fieles de Venustiano Carranza, quien lo acompañó hasta su muerte en Tlaxcalatongo, Puebla

Templo protestante   

El Gobernador Evaristo Madero Elizondo, otorgó todo tipo de facilidades para la instalación de lo que fue uno de los primeros templos protestantes de la ciudad. En 1884, el ministro Guillermo D. Powell adquirió el terreno contiguo a la Iglesia de San Francisco; el predio de veinticinco por cincuenta y nueve metros costó en aquel entonces dos mil pesos. La iglesia Bautista fue construida a pesar de haber encontrado resistencia de varios católicos saltillenses. Hoy en día existen casi cien templos bautistas en Saltillo. En el 211, antes de que termine la calle hay interesante edificio a medio terminar, tiene ventanas un tanto góticas, muestra en sus muros desde sus cimientos, la característica humedad típica de las casas antiguas del centro de Saltillo, prueba del agua subterránea.

Tiempos de la Revolución

 

En esta calle nació Prisciliano Flores, curiosamente apodado Prisciliano Santa Ana, se ganaba la vida como introductor de ganado fue en 1913 cuando se unió a las fuerzas del General Pablo González; luego se incorporó a las filas de su sobrino, el General Andrés Saucedo, también vecino de la calle Guerrero, Saucedo fue el principal subordinado del General Lucio Blanco. Prisciliano Flores fue herido en el fracasado ataque a Laredo, Tamaulipas. Después de la ruptura entre el Gral. Francisco Villa y el Primer Jefe, Venustiano Carranza, permaneció fiel a Carranza, combatió a los villistas, participó en la batalla de El Ébano, San Luis Potosí, plaza que defendió exitosamente bajo las órdenes del Gral. Jacinto B. Treviño, entre febrero y mayo de 1915. Murió siendo General de Brigada durante el combate del 19 de julio de 1915, en Atlixco, Puebla, en esa batalla contra tropas zapatistas.    

Orto distinguido vecino de la calle de Guerrero fue el General Andrés Saucedo, quien, junto a otros setenta jefes y oficiales constitucionalistas estuvo presente en la firma del Plan de Guadalupe, el plan se redactó y firmó en la Hacienda de Guadalupe el 26 de marzo de 1913 y se promulgó en Eagle Pass, Texas el 31 de marzo de 1913.

Personaje insigne

En la modesta vivienda de adobe marcada con el antiguo número 10, hoy 329, nació el Maestro de Saltillo, Fermín Espinosa Saucedo, Armillita Chico, sin lugar a discusión el mejor torero que haya existido, no lo digo yo, lo han dicho y reiterado cronistas españoles, aunque tardaron medio siglo en reconocerlo. Armillita murió en 1978. Para ser recordado se mandó colocar una placa en la antigua casa donde nació. Para variar como sucede con las placas de bronce, hace unos años, como se dice de manera coloquial la placa misteriosamente fue a dar al kilo.

Muchos de los antiguos nombres de las calles de la antigua Villa de Santiago del Saltillo han quedado enterrados en el tiempo, por lo general aludían a nombres de santos principalmente, otros tantos a fechas de sucesos históricos, en referencia algún templo o colegio y otras llevaban apellidos de vecinos ilustres. El saber nuestros antecedentes culturales permitirá consolidar un sentido de quiénes somos en el presente e imaginar el futuro.

 

 



Iglesia de San Francisco




Fermín Espinosa Saucedo


Geenarl Andrés Saucedo

 saltillo1900@gmail.com

 

Fotógrafos de la ciudad.

Mora y García, Los Amos de la Fotografía.
 

Relatos y Retratos del Saltillo Antiguo

Ariel Gutiérrez Cabello

Es muy probable que, en los diferentes archivos oficiales y familiares, se encuentren imágenes de esta famosa agencia de fotógrafos; la cual estuvo situada en la calle de Aldama 576, se mantuvo en servicio por casi 30 años. Dedicados a captar los irrepetibles e inolvidables momentos de la vida social y política de la ciudad.

La sociedad entre Mora y García dio comienzo poco antes de la década de los cincuenta del siglo pasado. José Mora Luna además de fotógrafo, fue el encargado de revelar e imprimir fotografías, Rubén García Soto, apodado El Güero, fue el socio capitalista y a cargo de las relaciones públicas del negocio.

Por años fueron fotógrafos oficiales de cubrir eventos y ceremonias oficiales del Gobierno del Estado y la Presidencia Municipal de Saltillo. De igual manera proporcionaban los servicios para retratar a delincuentes e infractores, imágenes que se utilizaban para elaborar la ficha de detención de las policías judicial, municipal y la Penitenciaría del Estado. Otra vertiente importante de la agencia era la cobertura fotográfica de todo tipo de eventos sociales.

Un día normal de trabajo en Mora y García, comenzaba a las nueve de la mañana, la primera tarea era repartir e ir a cobrar las fotos que se habían quedado pendientes del día anterior, como segunda faena era rastrear fechas de las próximas ceremonias a llevarse a cabo, las fuentes para lograr esa información eran las oficialías del registro civil y las sacristías de las iglesias; una vez obtenidos los datos, se llevaban a ofrecer a domicilio los muestrarios de fotos.

Mora y García, dura escuela de buenos fotógrafos

Varios fotógrafos desfilaron por este emblemático negocio, entre ellos se cuentan a: Juan Alberto Rodríguez, José Ángel Ramos, Isidro Aguirre, Ramón Hernández, José Narro, Alberto Carrillo, José Antonio Carrillo, Gabriel Berumen y Juan García Olvera. Hace tiempo, tuve la oportunidad de platicar con uno de los fotógrafos que se formó con Mora y Garcia.

Juan Alberto Rodríguez Díaz, comenzó a trabajar en 1950, justo cuando cumplía diez y seis años. Rubén García,  pidió permiso al padre de Juan Alberto para que fuera  a cobrar unas fotos de unos recién casados, el joven Juan Alberto tomó las fotografías y en su bicicleta llevó los 20 retratos enmarcados en cartulina a la calle de Múzquiz, al llegar al domicilio, se dirigió con el novio, “mire aquí están las fotos, se la mandan Mora y García”, el novio preguntó ¿cuánto es?, Juan Alberto respondió, “200 pesos, a diez cada una”,  de regreso a la agencia, el Güero García, se extrañó de la rapidez con la que el joven había vuelto, además había logrado vender todas las fotos. El Güero acababa de darle empleo, “Muy bien, mañana vienes en la mañana, ¡ah!! Ten este dinero”, entregó el 20% de la venta; vaya sorpresa se llevó el joven, éste se preguntó, cómo fue posible que por recorrer solo unas cuadras en bicicleta y en muy poco tiempo, se había ganado 40 pesos.

 

 

 

Habilidad nata y mucha curiosidad.

Otras tareas encomendadas al joven Juan Alberto, fue la de surtir las sustancias químicas, como el hiposulfito, hidroquinona, ácido acético, ácido sulfúrico, todo, en la tienda del señor Alejandro V. Carmona, ubicada en la Calle de Venustiano Carranza, hoy Manuel Pérez Treviño.  Al pasar una serie de pruebas, a los tres años cámara en mano, salió a retratar automóviles, casas, gente, entregó el rollo y al revelarlo, el Güero García notó que el joven Juan Alberto enfocaba bien y las composiciones no estaban tan mal para un principiante.

El “rápido” proceso para obtener fotografías.

Después de tomar varias escenas de algún evento social con la cámara de 35 milímetros, se dirigía a revelar el rollo, secarlo en una charola con albohol, después pasar el negativo a la ampliadora para imprimir en papel, de ahí al revelador, luego al baño para parar el revelado, enseguida a la charola del fijador, por último, enjuagar las fotos, secarlas, montarlas y regresar en bicicleta a venderlas, todo en muy poco tiempo porque se acaba el evento.

La caída de la fuerte sociedad de Mora y García

La fuerte competencia, hicieron que se redujeran los ingresos. La manera en que Mora y García llevaba a vender los retratos era en bicicleta; su competidor cercano, la Fotografía Posada, lo hacía en motocicleta, Mora y Garcia empezó a perder clientes, ya que Posada casi siempre se adelantada.

Las pérdidas económicas fueron cada vez mayores, en 1978 Rubén García se retiró, la agencia cambió de nombre a Foto Mora, solo quedó Mora y un empleado, el fotógrafo Gabriel Berumen, quienes siguieron en el negocio por algunos años más.

Afortunadamente el archivo con millares de negativos, se conserva, gracias a la familia de Gabriel Berumen.





José Mora Luna                           



Ruben Garcia Soto                          






Juan alberto Rodríguez Días, empleado de Mora y Garcpía por casi tres decadas.  


Juan García Olvera único sobreviviente de los fotógrafos que se formó con Mora y García 



 

Emblemáticos espacios de la calle Padre Flores

Relatos y Retratos del Saltillo Antiguo

Ariel Gutiérrez Cabello

Enclavada en el corazón de la ciudad, sobre esta calle de apenas cinco cuadras, han existido importantes construcciones que forman parte de la historia de nuestra ciudad.  El nombre se debe en honor al célebre sacerdote y educador Manuel Flores Gauna. El doctor Dionisio García Fuentes, médico de cabecera del presbítero, comentó en una entrevista: el Padre Flores siempre se dedicó a ayudar al prójimo, muchos fueron los desamparados y perseguidos a los que dio refugio en su propia casa.

En 1856, el Padre Flores creó el Colegio Josefino, la sede fue el exconvento franciscano contiguo al templo de San Francisco. Cuando fungía como director, fueron varias las ocasiones que pagó de su bolsa el sueldo de los profesores. Al cierre de esta institución educativa, el edificio sirvió como sede del Ateneo Fuente hasta 1933.  

Una de las más contadas anécdotas del sacerdote, fue cuando salvó la vida al licenciado y general Lázaro Garza Ayala, quién fue gobernador de Nuevo León. En cierta ocasión el licenciado Garza Ayala fue sentenciado a muerte, el Padre Flores abogó e influyó con el Gobierno para que no fuera fusilado, la intervención resultó con el indulto del desdichado.

El padre Flores, nació en Saltillo en 1819, fue bautizado el 5 de septiembre de 1820 como Serapio Manuel Ygnacio Flores Gauna, murió el 20 de septiembre de 1889 por una complicación de una infección en la vejiga. Su última morada fue la casa marcada actualmente con el número 204 de la antigua calle de las Barras, después llamada Iturbide, más tarde Venustiano Carranza, finalmente quedó con el nombre de General Manuel Pérez Treviño.

Nuestro recorrido comienza a un lado del templo de San Esteban, con dirección al norte o como decimos aquí, hacia abajo, en esta acera estuvo uno de los sitios más famosos de coches de caballos, pasos más adelante en la esquina N.E. de la calle de Padre Flores y Ocampo, en 1912 don Evaristo Hinojosa estableció un negocio de muebles, al crecer se trasladó a un moderno local en la calle de Allende, su hijo Humberto, estuvo al frente de la Mueblería Hinojosa hasta casi los años ochenta del pasado siglo. En la misma esquina que ocupó de don Evaristo Hinojosa estuvo una agencia bancaria. Enfrente estuvo la Tintorería Majestic pionera en introducir maquinaria para el lavado en seco de la ropa.

Por la misma calle esquina con Abbott, una vieja fotografía de los años cuarenta muestras en la fachada de una vieja vivienda de adobe el anuncio del ron Habanero Añejo Pedrero y el Coñac Canciller, bebidas espirituosas de una casa comercial la ciudad de Monterrey.

Por Padre Flores donde topa la calle Abbott a principios del siglo veinte en una improvisada carpa, funcionó un cinematógrafo operado por un cubano de apellido Sanabia, varios años después, ahí mismo estuvo el cine Variedades regenteado por un señor de apellido Carabaza. Sin cambiar de lugar, en 1950 se construyó el edificio de la terminal de autobuses Monterrey Saltillo, a la izquierda estaba la entrada al restaurant HENO´S, con el típico anuncio de estilo Art Deco y su parpadeante luz azul de neón. La estación de además contaba con peluquería, fuente de sodas, bolería y una amplia sala de espera para pasajeros. Por años las tarifas para Monterrey se mantuvieron inalterables, en primera clase 8.00 pesos y en segunda  5.45.

En la actualidad en este sitio se encuentra un estacionamiento de varios niveles que tiene entradas y salidas por las calles de Victoria y Manuel Acuña.

A principios del siglo 20, a un lado de los Monterrey Saltillo, estuvo una fábrica de sodas propiedad de don Braulio Zertuche, poco antes de la Revolución, el señor Zertuche construyó un edificio de dos plantas con un balcón corrido de forja, local que después sirvió para la sociedad con don Jesús Cabello, para la introducción de los primeros baños públicos de vapor y regaderas con agua caliente. En 1924, el local fue adquirido por el señor José A. de la Garza, quien transformó la casona para abrir el Hotel Hidalgo. El hotel pasó a manos de un inversionista de la ciudad de Monterrey, los años cobraron factura, el deteriorado Hotel Hidalgo cerró sus puertas por los años setenta del siglo pasado.

En el mes de junio del año pasado tuve la oportunidad de platicar largo y tendido con Polo Canales, recientemente fallecido, en aquella amena charla, don Polo con mucha nostalgia recordó que cuando era niño un tío lo mandaba a vender quesos afuera del hotel Hidalgo, el punto de venta era muy bueno por la cantidad de gente que por ahí transitaba, sin embargo el encargado del hotel constantemente lo corría y le impedía vender los quesos, cierto día el administrador del hotel cansado de echar fuera al niño, prácticamente lo corrió a patadas, el indignado niño reclamó los estrujamientos y golpes, encorajinado preguntó, ¿cuántos años tienes?, no hubo respuesta, espero que vivas muchos años, porque un día voy a comprar este hotel y yo mismo te voy a  correr.

En 1992 don Polo Canales determinado a cumplir aquel sueño y con capital suficiente, se marchó a Monterrey para buscar al dueño del derruido hotel Hidalgo, a su regreso a Saltillo, era ya el nuevo propietario del hotel. Después de una profunda remodelación y una rigurosa supervisión del Centro Histórico, el Hidalgo reabrió sus puertas. A un lado del hotel, en los sesenta dones Evaristo Córdova Maldonado, abrió el Café Victoria, en la actualidad la tercera generación continua con el negocio, recientemente Jorge Alejandro, cambió el nombre a Café La Gloria.

saltillo1900@gmail.com


Sitio de coches de caballos en la calle Padre Flores

El edificio del casi centenario Hotel Hidalgo  

Aspecto de la Calle de Padre Flores 1925

Presbítero Manuel Flores Gauna 1820-1889