domingo, 15 de mayo de 2022

 

El antiguo callejón del Humo
 

El antiguo callejón del Humo, que hoy lleva el nombre de calle de Mina. El cambio de nombre obedeció para honrar y perpetuar la memoria de uno de los precursores de la Independencia de nuestro país. Javier Martín Mina Larrea, apodado Mina, el mozo y conocido como Francisco Javier Mina. Dato curioso, es la segunda calle de la ciudad que lleva el nombre de un español, la otra es Castelar.

 

El origen del antiguo nombre “Del humo”, proviene según relatos de algunos descendientes de las viejas familias de tlaxcaltecas que construyeron sus viviendas por dicho callejón. Según se cuenta, se imponían nombres a calles y callejones por las actividades que ahí se desarrollaban y así diferenciarlas de otras del antiguo pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala.

 

En el tramo comprendido entre la calle de Pípila, que antes llevo el nombre del Sabino, hasta el callejón de Jimenez, existieron dos lugares destinados a la matanza de ganado menor. Durante casi todo el día y buena parte de la noche se apreciaban desde cualquier punto de la ciudad, grandes columnas de humo, debido a las hogueras, donde se preparaban en grandes casos las mancuernas de chicharrón, que eran formadas con los costillares del animal recién sacrificado. Por cierto, este autóctono manjar ya desaparecido fue muy apreciado por los antiguos tlaxcaltecas. Por ello las personas que transitaban por el lugar, lo bautizaron con el nombre de callejón del Humo.

 

Años antes del siglo veinte, el barrio se caracterizó por utilizar los lotes baldíos como basureros, se solían tirar las vísceras de los animales sacrificados, en aquellos tiempos no había quien comprara los adentros de los animales. En tiempos más difíciles las menudencias se empezaron a consumir masivamente, el famoso menudo y otros platillos conquistaron los paladares de todas las clases sociales.  Por años los vecinos vertieron toneladas de desperdicios, los cuales ayudaron en cierta forma a nivelar y levantar sus casas de adobe.

 

Por esta calle existieron dos grandes huertas de árboles frutales, propiedad de doña Angelica Narro. Un una de las fincas contaba con una pila de abundante agua, donde los vecinos acudían a bañarse. En la esquina de la calle Pípila y Mina, operó una famosa tienda de abarrotes propiedad de Román García llamada La Sonaja, en esta tienda trabajaron Juan Dávila Dávila, dependiente mayor y los ayudantes Carlos Ignacio y Donato Dávila y Cruz Reyes apodado el Charro. La tienda de singular nombre despareció poco antes del inicio de la Revolución Mexicana.

 

Vecinos del callejón del Humo formaron una agrupación de Matlachines, la cual por años se distinguió por participar en casi todas las festividades religiosas. El grupo de danzantes lo dirigía el sastre Severo Bautista Guerrero, algunos de los integrantes fueron los hermanos Antonio y Francisco Gloria, y el famosísimo zapatero remendón, Antonio Rodríguez apodado “Caifas” nótese sin acento, célebre personaje, animador y alma de los aficionados en la antigua plaza de toros de Guadalupe, durante los años treinta y cuarenta del pasado siglo. 

 

El Caifas, además fue un aguerrido defensor de su barrio, en cierta ocasión se lio a golpes con un parroquiano de otro barrio llamado Amado. La pelea comenzó a pedradas, el agarrón hizo que terminaran casi desnudos, en vista que ninguno de los dos mostraba signos de rendición, los pleitistas agotados terminaron por hacer las paces y sellar la amistad con un abrazo y apretón de manos.           

 

La calle de Mina nace en las alturas de la mesa de Arizpe, junto al arroyo conocido hasta hace algunos años como La Muerte. Se desprende de la prolongación poniente de la calle Félix U. Gómez, abarca cuatro e irregulares cuadras que van de sur a norte hasta topar con el callejón de Jiménez, antiguamente llamado del Perico y antes conocido como el callejón del Padre Pérez, sigue a la derecha luego a la izquierda hasta topar con la calle de Victoria.

 

La calle de Mina aún conserva muchas casas de adobe, sobre todo en la pare sur. Tiene una pendiente muy pronunciada lo que significa un verdadero reto aeróbico recorrerla calle arriba. Por la estrechez de la vía, los vecinos que tienen automóviles los estacionan en ambos lados sobre la banqueta, lo que hace muy difícil e inseguro el tránsito para el peatón.

 

Al recorrer varios metros calle abajo, nos encontramos por la acera izquierda, el callejón de la Ermita, por ahí se puede acceder a la centenaria iglesia de Santa Anita, en lo alto de la loma donde hoy está la ermita existió una enorme cruz, inexplicablemente desapareció poco antes de los años setenta.

 

Mas adelante ahora por el flanco derecho topa el callejón de Manuel Moreno, esta callejuela corre desde la calle Morelos. Al iniciar a pocos metros hay unas escalinatas para acceder a un mirador, donde se puede contemplar una vista del extenso valle de Saltillo.

 

El mismo callejón peatonal cruza el callejón de Miraflores, antes llamado de Los Perros, luego se baja por una rampa, se pasa la calle Unión, donde vuelve la circulación para vehículos y encontrarse con la actual calle Mina.

 

En tiempos de la Intervención francesa, el ejército Galo construyó tres fortines, uno de ellos estuvo asentado en lo que hoy es precisamente el mirador del callejón de Manuel Moreno. A este reducto, según un mapa hecho por los franceses lo denominaron Fortín de Carlota, por la esposa de Maximiliano I de México.

 

Al continuar nuestro recorrido nos encontramos después con la calle de Escobedo, antiguamente llamada del Rebaje, el nombre fue, por haber cortado parte de la loma y así hacerla transitable, como siempre más para vehículos que para transeúntes.

 

 

Desde lo alto la calle recorre la pendiente hasta el corazón de la ciudad 

Callejón del Humo barrio de gente trabajadora, guerrera y religiosa. 

 

domingo, 8 de mayo de 2022

 

Relatos y Retratos del Saltillo Antiguo

Ariel Gutiérrez Cabello

Los desmanes de los Dorados de Villa 

 

En mayo de 1914, tras la estrepitosa derrota de las fuerzas federales por el bando revolucionario, la decisiva batalla tuvo como escenario los llanos cercanos de la estación de Paredón, Coahuila. Los pelones se vieron obligados a evacuar Saltillo, no sin antes por supuesto, arrasar a su paso con saqueos, destrucción, muerte y para cerrar con broche de oro, la quema del edificio del Casino de Saltillo.

 

El responsable de aquellos siniestros y asesinatos de gente pacifica, fue el gobernador huertista de Coahuila, el general José Joaquín Arnulfo Orión Maas Águila, conocido como El Príncipe Heredero, además flamante sobrino del usurpador Victoriano Huerta Márquez, conocido popularmente con el acertado mote de El Chacal. ¡¡Vaya joyas!!

 

Las tropas federales se dieron gusto al saquear varios comercios, entre los cuales se contaron: la tienda de ropa ubicada en la calle de Zaragoza llamada El Puerto de Liverpool, propiedad del francés Feliciano Groues, otra tienda más fue la de Román de León Flores, una talabartería que estuvo ubicada en Zaragoza y Ocampo, el dueño desafortunadamente opuso resistencia, los militares no dudaron en matarlo en el acto. En su salida se detuvieron en otro comercio de abarrotes de la calle de Guerrero y De la Fuente, el saldo; destrucción, estantes vacíos y muertes.

 

Las fuerzas de Francisco Villa entraron a Saltillo casi pisando los talones de los federales. Los villistas ocuparon la plaza sin resistencia. El general Francisco Villa llegó a la ciudad con el Lic. Jesus Acuña, quien traía la consigna de hacerse cargo de la Secretaría de Gobierno y ocupar de manera provisional la silla del Poder Ejecutivo del Estado, entretanto arribara el primer Jefe de la Revolución Constitucionalista, don Venustiano Carranza, en ese entonces se encontraba en Durango.

 

A sus anchas

 

Los oficiales revolucionarios de alto y medio rango ocuparon las más elegantes residencias de la ciudad, ya que sus dueños habían abandonado la ciudad semanas atrás por la inestabilidad política

Francisco Villa ocupó la casa del empresario textil Francisco Arizpe y Ramos. A un lado de la Catedral, Hidalgo y el callejón de Santos Rojo. Villa utilizó dicha propiedad como cuartel, centro de operaciones y cárcel durante la corta estancia que permaneció en la ciudad. Otra residencia ocupada por los villistas fue la de don Crescencio Rodríguez, ubicada en Hidalgo y el antiguo callejón del Truco, hoy General Ildefonso Vázquez.

 

Otros inmuebles que albergaron a las fuerzas revolucionarias fueron: El edificio del Banco de Coahuila, la magnífica residencia del millonario empresario minero don Gabriel Flores, justamente ese espacio fue convertido en el Museo de la Revolución hace más de diez años.

 

La casa que se encuentra en la parte sur de la hoy Plaza de Armas, en otro tiempo llamado Edificio Juárez, fue habitado por su propietario el señor Eugenio Aguirre y su hija Dolores. Se decía que la mansión estaba repleta de finos muebles estilo francés, valiosos tapetes orientales. Los armarios estaban repletos de finísima ropa y trajes traídos de París y Nueva York, vestimenta de ocasión de la señorita Lolita Aguirre, sin dejar de mencionar varios lotes de brillantes y costosas joyas.

    

Diversión a lo lindo

 

La casa no pasó desapercibida por los jefes y oficiales villistas. Los famosos Dorados, forzaron las cerraduras y se introdujeron en la casona. Noche a noche se divertían como en ningún otro lugar. Las juergas eran constantes, el ruido y escandalo rayaron en lo mayúsculo. En una fresca noche de mayo, organizaron un gran baile, invitaron a toda clase de mujeres de la vida galante. Entre las protagonistas de aquella francachela, estuvieron: la famosa Félix Chacón de obeso cuerpo y toscas facciones, vestida con traje largo, amplio escote, ataviada de collares de perlas, anillos de brillantes y aretes de esmeraldas. De igual manera hizo presencia Abigail Jiménez también de talla extragrande, con traje largo y un amplio escote que dejaba ver sus grandes atributos.

 

La estrella de la noche.

 

Otra simpática morena de ojos negros, la célebre Maria Muro. Aquella noche lució elegantísima, su coqueto rostro lo dejaba entre ver con el vaivén del abanico de plumas de avestruz, sin dejar de mover los brazos para lucir pesada pedrería. Otras mujeres más humildes se ataviaron con atuendos y joyas, toda propiedad de Lolita Aguirre. Los vestidos y joyas terminaron en manos de las muchas damas asistentes, es decir se los robaron.

 

Nunca antes visto en Saltillo

         

Los Dorados en su papel de grandes potentados se divirtieron como nunca.  El baile fue amenizado por una gran orquesta que no paró de tocar hasta la mañana siguiente. Vinos y hasta champagne corrieron en abundancia para todos. Las copas de más empezaron a surtir efecto entre los asistentes. Los gritos hicieron crecer el alboroto, ante tamaño jolgorio varios curiosos se congregaron en la plaza. Los mirones horrorizados, quedaron atónitos y perplejos. Varios soldados junto a sus respectivas damiselas salieron al balcón para hacer gala de una exhibición pública de su desvergüenza y cinismo.  Eche usted a volar su imaginación.

 

Al día siguiente la noticia sobre el baile que se salió de control se extendió por todos los rincones de la ciudad. Los incrédulos y reprobatorios hechos causaron indignación, sobre todo entre muchas mujeres: “Nunca se había visto semejante barbaridad y frente de la Catedral, válgame, Jesucristo”. Sin dejar de hacer velozmente y varias veces la imaginaria cruz al persignarse.

 

Según el periodista Juan de Dios Olivas. “El origen de Los Dorados se desconoce a la fecha su significado. Algunos creen que fue por la insignia dorada que llevaban en el sombrero, otros por las monedas de oro con las que pagaban lo que adquirían y otros más como analogía con el famoso grupo de bandoleros llamado Los Plateados”.

 

La estancia de Los Dorados en Saltillo fue breve, abandonaron la ciudad para trasladarse a Torreón. El recuerdo de aquel baile no duró mucho, la calma regresó al pacífico y conservador Saltillo del año de 1914.

        

         


Casa de don Eugenio Aguirre escenario de una sonada fiesta de proporciones nunca antes vistas en la ciudad.

Los Dorados de Villa