Martha, la de las antigüedades, la de toda la vida.
En la ciudad de Saltillo, donde
los ecos del pasado resuenan en cada rincón, existe una figura que ha jugado un
papel clave en preservar y traer a la luz la historia a través de objetos,
muebles, y reliquias: doña Rosa Martha Ortega Dávila, una de las anticuarias
más reconocidas de la región. Hija de Luis Ortega Belmont y Josefina Dávila,
doña Martha nació en la Ciudad de México, pero desde pequeña su familia se
trasladó a Saltillo, lugar donde ha vivido casi toda su vida. Desde los nueve
años, Rosa Martha descubrió su pasión por las cosas antiguas, un interés que
con los años se convertiría en su modo de vida y legado.
Recientemente tuve la oportunidad
de conversar con ella, una mujer llena de anécdotas, historias y aventuras que
han marcado su larga trayectoria en el negocio de las antigüedades. Cuando le
pregunté qué define una antigüedad, su respuesta fue precisa: "Cualquier
objeto que tenga más de cien años". A sus ochenta y nueve años, doña
Martha sigue recordando con gran detalle cada episodio de su vida, desde sus
primeros pasos en el comercio de antigüedades hasta las piezas más valiosas que
ha vendido.
Su incursión en este mundo
comenzó de manera modesta, cuando su madre, viuda y con la necesidad de sacar
adelante a su familia, encontró en la compra y venta de objetos antiguos una
manera de subsistir. Con un coche de caballos alquilado, madre e hija recorrían
las calles de Saltillo, tocando puerta por puerta en busca de reliquias que
pudieran revender. Así nació el primer negocio de antigüedades en la calle de
Victoria, una pequeña tienda que sería el inicio de una carrera llena de éxitos
y aventuras.
Uno de los primeros objetos que
marcó a doña Martha fue un reloj de bronce fabricado en Francia, el cual se
encontraba en una fábrica de sarapes llamada El Charro, frente a su tienda.
Aunque al principio solo buscaba ganarse una comisión llevando posibles
compradores a la fábrica, con el tiempo decidió ahorrar para comprar el reloj
ella misma. Después de meses de esfuerzo, logró adquirirlo por 400 pesos, una
cantidad considerable en aquella época. Pocos días después, un cliente llegó a
la tienda en un viejo automóvil y, tras observar el reloj en exhibición, lo
compró junto con un mueble de aguamanil. El comprador resultó ser un hombre de
gran fortuna, cuyo cheque fue suficiente para que Martha comprara su primer
coche.
A lo largo de los años, Rosa
Martha siguió expandiendo su negocio y realizando viajes a lo largo y ancho del
mundo, siempre en busca de piezas únicas. En sus múltiples visitas a la Plaza
del Ángel en la Ciudad de México, se topó con una imponente pintura de más de
dos metros de alto que representaba a Diana de Poitiers, duquesa de Valentinois
y célebre amante del rey Enrique II de Francia. A pesar de su alto precio, doña
Martha terminó adquiriéndola después de la muerte del joven anticuario que la
poseía. Tiempo después, la pieza fue vendida a un comprador de Monterrey por un
millón y medio de pesos, consolidando así uno de los logros más grandes en su
carrera.
Su pasión por las antigüedades la
llevó a realizar más de veinticinco viajes a ciudades como Nueva York, San
Francisco, y otros tantos a Europa, China y Japón. En cada uno de estos lugares
llenaba contenedores con muebles y objetos valiosos que luego vendía en
Saltillo. A lo largo de su vida, compartió su conocimiento con su hermana
Magdalena, y juntas formaron una dinastía de anticuarios que incluye a la
segunda generación de la familia, compuesta por Rodolfo Aurora, Ramos Ortega, y
Erasmo Ramos.
Doña Rosa Martha Ortega Dávila ha
dedicado su vida a llevar el arte y la cultura a través de las antigüedades a
las manos de innumerables personas, y en sus palabras, eso es lo que más
satisfacción le ha traído. "Me siento contenta porque al dedicarme a esta
actividad pude llevar a mis hijos y nietos a conocer muchas partes del
mundo", dice con orgullo.
Hoy, su nombre es sinónimo de
antigüedades en Saltillo, y su legado perdura en cada mueble, busto, pintura, o
escultura que ha pasado por sus manos. Además, la muestra de antigüedades que
el Gobierno del Estado organizó hace más de veinte años, en la que participaron
más de cincuenta anticuarios, fue un evento impulsado en parte gracias a su
incansable labor y visión. Doña Martha sigue siendo una figura clave en la
historia cultural de Saltillo, y su influencia continúa moldeando el gusto por
lo antiguo en las nuevas generaciones.
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