La Casa y hogar del General Luís Gutiérrez Ortiz, 

Ariel Gutiérrez Cabello 

La casa en la esquina de las calles Ramos Arizpe y Cuauhtémoc, majestuosa y elegante, ha sido por décadas un enigma en la memoria colectiva de Saltillo. Su imponente fachada de cantera y detalles eclécticos no solo cautivan a los transeúntes, sino que revelan la historia de un tiempo de prosperidad y ambiciones familiares. Para quienes recorremos las calles de esta ciudad, la vivienda no es solo un refugio, es un símbolo, un reflejo de lo que somos y lo que aspiramos a ser, como bien señala G. Hayward: la casa expresa nuestra identidad y cómo deseamos ser percibidos por los demás. Y este palacete, desde luego, no es la excepción.

Los Gutiérrez y sus ambiciones

Fue a mediados de 1915, en plena Revolución Mexicana, cuando los generales Eulalio y Luis Gutiérrez Ortiz, cada uno con sus propias aspiraciones, decidieron construir sus respectivas residencias en Saltillo. Eulalio, después de su efímero paso por la presidencia de la República, adquirió una antigua casona de adobe en la esquina de Ramos Arizpe y Carlos Salazar. Su casa, sin embargo, tardaría más de una década en completarse. El proyecto se lo confió al ingeniero Zeferino Domínguez Villarreal.

Por otro lado, Luis Gutiérrez, quien acababa de dejar la gubernatura de Coahuila, fue más veloz en sus planes. Compró un terreno en la esquina opuesta, donde pronto se erigiría una obra digna de admiración. Casado en segundas nupcias con Sofía Ramos en 1915, su familia creció con el nacimiento de sus hijas, María Sofía y María Angélica, a quienes quiso proveer de un hogar acorde con su posición.

El sueño arquitectónico

Con una visión clara y recursos suficientes, el general Luis Gutiérrez contrató al prestigiado arquitecto franco-canadiense Henry E. M. Guidon, en asociación con Alfred Giles, para materializar su proyecto. Estos arquitectos ya habían dejado su huella en Saltillo, construyendo edificaciones emblemáticas como el Casino de Saltillo, el Banco de Coahuila y la casa de Guillermo Purcell.

La construcción del palacete fue un despliegue de materiales de primera calidad. Del pueblo de Escalerillas, en San Luis Potosí, llegó la cantera que sería tallada con maestría por Bonifacio Gómez y su equipo. Mariano Sánchez, un herrero saltillense, fue el encargado de crear las piezas de herrería, cuyos discos de hierro fundido aún hoy invitan a los transeúntes a girarlos como si de amuletos se tratase.

El sello inconfundible de Luis Gutiérrez

La casa de Luis Gutiérrez no solo fue un símbolo de su poder, sino también un recordatorio constante de su legado. En la fachada, el monograma “LG” preside sobre las ventanas y puertas, grabado en los cristales esmerilados, una firma que aún hoy se conserva, incluso en su actual transformación.

Con más de 600 metros cuadrados, la distribución original de la casa incluía un recibidor adornado con pinturas del maestro Rubén Herrera, dos amplias salas, una sala de espera, oficina, comedor, cocina y un patio central con fuente. En la parte trasera, los cuartos de la servidumbre daban lugar a caballos y elegantes victorias, una negra y una blanca, que eran propiedad del general.

Un largo peregrinar

Tras la muerte de Luis Gutiérrez en 1936, la casa pasó por diferentes manos y usos. Su hija la vendió a Rodolfo Heriberto Albuerne Comas, concesionario de la Ford, quien junto a su esposa, Marina Díaz Dávila, habitó la residencia durante algunos años. Se cuenta que, en algún momento, la casa funcionó como hospital, y dos enfermeras, Natalia y Chole, se hicieron famosas por sus temidas inyecciones de grueso calibre.

Más adelante, la casa fue vendida al profesor José Ángel Rodríguez, quien instaló la Academia Coahuila, una escuela comercial que cerraría sus puertas a finales de la década de 1980. Los años pasaron, y la propiedad fue testigo de diversas remodelaciones, pero siempre mantuvo su esencia.

Historias de duendes y restauraciones

Durante la restauración que comenzó en 1990, algunos albañiles afirmaron haber visto pequeños duendes sentados tranquilamente en los techos, observando el trabajo con curiosidad. Estas historias, transmitidas por Erasmo Ramos, quien dirigía la tienda de antigüedades “La Paloma” en el lugar, añadieron un toque de misticismo a la ya fascinante historia de la casa.

Un espacio para la cultura

Finalmente, en 2009, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, bajo la dirección de Consuelo Sáizar Guerrero, aportó fondos para convertir la casa en una librería del Fondo de Cultura Económica. Curiosamente, el monograma “LG” sigue siendo representativo, pero ahora corresponde a los actuales propietarios: Luis y Graciela.

Este relato de la casa del general Luis Gutiérrez no solo es un recorrido por la historia de una familia, sino también por los cambios que ha vivido Saltillo. Cada piedra y cada rincón nos hablan de un pasado de grandeza, de sueños cumplidos y pérdidas irremediables, y de la constante transformación que, como la casa misma, define el carácter de esta ciudad.

 




General Luis Gutiérrez Ortiz, propietario de la casa del monograma “LG”

 

 


Interior del inmueble, antes patio central

 


Monograma LG, curiosamente son las iniciales de los actuales dueños.

Comentarios

Entradas populares de este blog

HACIENDAS EN COAHUILA DEL SIGLO XVI AL XX

Salas de Cine Desaparecidas de Saltillo

HACIENDAS REGIÓN SURESTE DE COAHUILA