La Casa del Balcón

Ariel Gutiérrez Cabello 

En una época donde los secretos y los rumores corrían por las calles empedradas de Saltillo, la casa marcada con el número 211 de la calle Padre Flores se erguía imponente frente al Jardín de los Hombres Ilustres, lo que hoy es la Plaza Acuña. Era una residencia hermosa, construida en los albores de la década de 1890, con detalles que hablaban de la opulencia de aquellos días: enormes habitaciones, vitrales que adornaban las ventanas y puertas en arco, y un patio central donde una fuente delicada rodeada de jardines ofrecía un remanso de paz. Pero, más que sus lujos, lo que le daría fama sería el misterio.

El abogado Mariano Sánchez Peña, dueño de la casa, no solo gozaba de prestigio profesional, sino también de una estrecha relación con el gobernador de la época, el coronel José María Garza Galán. Ambos, compadres y aliados políticos, parecían compartir más que un lazo de amistad. Sin embargo, en algún momento, esa relación se quebró. Los detalles exactos del desacuerdo entre Sánchez Peña y Garza Galán se perdieron con el tiempo, pero los rumores hablaban de un enfrentamiento por temas de principios que el abogado no quiso traicionar. El orgullo del gobernador, conocido por su carácter implacable, fue alimentando un rencor que no encontraría fácil resolución.

Durante un viaje a Parras, Sánchez Peña cayó gravemente enfermo. Al regresar a Saltillo, fue recluido en su propia casa bajo estricta vigilancia. Guardias apostados en la entrada, una orden explícita de prohibir la entrada de familiares y la visita de cualquier persona, excepto los médicos, hacían que las especulaciones crecieran en torno a la figura del abogado. Su estado de salud empeoró rápidamente, y al tercer día, falleció. Lo más extraño fue el hermetismo que rodeó su muerte: se habló de tifo, una enfermedad peligrosa y contagiosa, pero el cuerpo, ennegrecido, hizo sospechar de un envenenamiento.

El funeral se llevó a cabo de manera clandestina. Amigos y familiares, decididos a rescatar el cadáver, aprovecharon la oscuridad de la medianoche para burlar la vigilancia. Con escaleras y cuerdas, subieron por el famoso balcón de la casa y extrajeron el ataúd, todo mientras el reloj de Catedral marcaba las doce campanadas de la media noche. Al poco tiempo, la casa cayó en cuarentena, y la tragedia de la familia Sánchez Peña continuó con la ruina financiera que los dejó sin nada.

Con el paso de los años, la propiedad cambió de manos varias veces. Fue hogar del comerciante Marcelino Garza Villarreal, y más tarde, de Juan Dávila de la Fuente. Antes de 1933, la casa albergó al Centro Cultural Saltillo, donde bajo la dirección del jesuita Antonio Romero y varios intelectuales, se ofrecían cursos y actividades que acercaban la cultura a la comunidad. En 1959, la vieja casona fue demolida para dar paso a un moderno hotel de tres pisos, el Hotel de Ávila. Hoy, el Hotel Jardín ocupa su lugar, pero los ecos de aquellos misterios y secretos todavía resuenan en los pasillos. La historia de la casa del balcón permanece viva en la memoria de los saltillenses, un recordatorio de que, a veces, las paredes de una casa pueden guardar más que solo historias.

 


La Casa del Balcón, en ella murió un conocido abogado de la ciudad. Los hechos nunca se aclararon y las consejas populares supusieron que se había tratado de un crimen.

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