El teatro y sus espacios en el siglo XIX

 

El teatro, como forma de entretenimiento, ha sido una de las distracciones favoritas de la gente en Saltillo a lo largo del tiempo. Desde las primeras representaciones de autos sacramentales hasta los grandes escenarios del siglo XIX, la ciudad ha sido testigo de un legado cultural profundamente ligado al arte dramático, la ópera, la zarzuela y los musicales.

Los orígenes de este fervor teatral en México pueden rastrearse hasta los primeros años de la evangelización. Tras la consumación de la conquista, los misioneros franciscanos llegaron con un objetivo claro: difundir la doctrina católica entre los pueblos indígenas. Para lograrlo, fusionaron elementos de la cultura indígena con la española, creando una especie de teatro sincrético que se valía de los autos sacramentales y de la pasión de Cristo como principales herramientas. Las primeras representaciones se llevaron a cabo en náhuatl, el idioma de los nativos, para asegurar que los nuevos conversos comprendieran los complejos simbolismos de la fe católica.

Luis Álvarez y Álvarez de la Cadena, en su libro México: Leyendas y Costumbres, relata que en el día de Corpus de 1539, los tlaxcaltecas realizaron una representación de autos sagrados en su propia tierra. Este género teatral, de origen español, fue fundamental en la labor evangelizadora, pues permitía a los indígenas asimilar el significado de las festividades religiosas de una forma accesible. De ahí nació la tradición de las pastorelas, que, con el paso de los años, fue integrándose a la cultura popular. Se cree que los descendientes de aquellos tlaxcaltecas trajeron estas representaciones religiosas a tierras del norte, incluyendo Saltillo.

Unos años después de la Independencia de México, Saltillo presenció espectáculos itinerantes de circo y maroma que se llevaban a cabo en plazas públicas o espacios abiertos. Sin embargo, el verdadero teatro comenzó a tomar forma bajo carpas o en palenques de gallos, lugares improvisados donde los saltillenses se congregaban para disfrutar de las primeras funciones formales. Uno de los primeros teatros conocidos fue el Teatro Ramos Arizpe, aunque su ubicación exacta ha sido perdida en el tiempo. Se sabe que el 5 de febrero de 1857, en este recinto, se celebró un programa que incluía interpretaciones musicales y dos obras teatrales: el drama La Primera Locución de Amor y la comedia No Más Muchachos. Las entradas costaban entre 1 ½ y 5 reales, dependiendo de la ubicación dentro del recinto.

El interés por el teatro seguía creciendo, y en 1863, Benito Goríbar, un destacado político local, propuso la construcción de un nuevo teatro para la ciudad. Un año antes, Goríbar ya había impulsado con éxito la edificación de la penitenciaría de Saltillo, pero del teatro, se sabe muy poco.

En 1868, el Gobernador Victoriano Cepeda y el empresario Luis de Cepeda firmaron un contrato para construir un teatro frente a la Plaza de San Francisco, pero la información sobre este recinto también es escasa. Lo que sí se sabe es que en 1873, Gabriel Flores, un acaudalado minero, solicitó al Ayuntamiento la venta de acciones del Teatro Zaragoza. Este teatro, también conocido como Teatro del Saltillo, se encontraba en la calle Real, hoy calle Hidalgo, entre De la Fuente y Juárez. Probablemente era una gran casona adaptada para presentaciones artísticas. Fue allí donde en 1875 se estrenó la obra dramática Nobleza del Corazón, escrita por el célebre historiador Esteban L. Portillo, quien mostró su faceta de dramaturgo.

A pesar de los tiempos difíciles, el Teatro Zaragoza mantuvo cierta actividad. En 1876, el ciudadano Fernando Pérez solicitó un permiso para presentar una obra dramática, y un año después, se pusieron en escena los dramas Consecuencias del Amor o Malditas sean las Mujeres, de Prado y Laredo, y Diputados al Congreso de la Unión, de J. J. S. Sánchez. Durante su apogeo, el Teatro Zaragoza tuvo la oportunidad de recibir al renombrado violinista Eusebio Delgado, quien ofreció un recital memorable durante su paso por Saltillo, en tránsito hacia los Estados Unidos.

El Gobernador Evaristo Madero, visionario en materia de infraestructura cultural, tuvo la magnífica idea de construir un nuevo teatro para la ciudad, que en un principio llevaría el nombre de Teatro Zaragoza. En 1882, Madero colocó la primera piedra de lo que sería un edificio de estilo norteamericano, completamente de madera, diseñado por el arquitecto estadounidense John Waite. El costo del proyecto ascendió a 30 mil pesos oro.

Finalmente, el 31 de abril de 1886, la construcción del teatro culminó, y el nombre cambió a Teatro Acuña, en honor al poeta saltillense Manuel Acuña. El telón, adornado con el busto de Acuña sobre un pedestal, se levantó por primera vez para la obra El Pasado, del mismo autor, interpretada por la Compañía Baladía. Lamentablemente, el Teatro Acuña encontró su fin el 24 de agosto de 1902, cuando un devastador incendio consumió el edificio por completo. Se encontraba en la esquina de las actuales calles Abbot y Padre Flores.

Así, el teatro en Saltillo, con sus triunfos y tragedias, dejó una huella indeleble en la vida cultural de la ciudad, reflejando tanto el entusiasmo por el arte escénico como los desafíos de preservar estos espacios en medio de la evolución urbana y los caprichos del destino.

 

 



Teatro Acuña, de corta existencia en poco más de 15 años su escenario albergó grandes acontecimientos artísticos, sociales y políticos.

 

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