Cines populares de Saltillo
Era el mes de abril de 1923 cuando
Antonio Rodríguez, socio gerente de la razón social A. Rodríguez y Hermano,
presentó una notificación oficial al presidente municipal de Saltillo. En la
misiva, anunciaba el cambio de nombre del Teatro Apolo, uno de los recintos más
populares de la ciudad, que ahora se llamaría Teatro Variedades. También
mencionaba que el teatro cambiaría de domicilio, trasladándose a la calle de
Aldama número 29. Así fue como el primer Apolo, con sus memorias y funciones,
llegó a su fin.
Con la llegada del cine sonoro, el
Teatro Variedades se transformó rápidamente en el corazón de la modernidad
cinematográfica de Saltillo. Su publicidad lo anunciaba con orgullo: “La
Capital del Sonido, el predilecto por Saltillo”. El Variedades se encontraba en
la planta alta de un edificio sobre la calle de Aldama, justo en el cruce con
la calle de Manuel Acuña. Abajo, un bullicioso salón de mesas de billar daba
vida al lugar, mientras que arriba, las 620 butacas de madera del cine acogían
a los cinéfilos locales.
Aunque en varios documentos aparecía
como propietario Francisco Carabaza, la administración del cine recaía, como
era común en esa época, en la firma de A. Rodríguez y Hermano, con sede en
Monterrey. El Variedades no era un cine de estreno, sino que proyectaba las
llamadas películas de segunda vuelta, aquellas que ya habían pasado por los
grandes cines de la región. Su tiempo de operación fue relativamente corto,
menos de 15 años. En 1939, un incendio devastador consumió el cine, poniendo
fin a la primera sala cinematográfica sonora de la ciudad.
Mientras tanto, en agosto de 1928,
Saltillo veía nacer un nuevo Teatro Apolo. Ubicado en la esquina de General
Cepeda y Pérez Treviño, este recinto de entretenimiento prometía ser una joya
para los amantes del espectáculo, aunque desde su apertura estuvo marcado por
los reglamentos sanitarios municipales que trataban de mejorar las condiciones
de los teatros y cines de la ciudad. El Apolo fue testigo de grandes funciones,
pero su destino trágico llegó años más tarde, cuando una terrible inundación
azotó Saltillo, causando víctimas mortales y llevándose consigo al teatro.
Otro de los recintos que marcó la vida
cultural de Saltillo fue el Teatro Coahuila, ubicado en la esquina de Pérez
Treviño y Padre Flores, en una zona conocida como La Rinconada. Este teatro era
un lugar de contrastes, pues aunque albergaba funciones teatrales y
presentaciones musicales, también era conocido por los eventos de lucha libre y
boxeo que atraían a multitudes. El teatro, con su techo de lámina y sillas
removibles, no ofrecía el lujo de otros recintos, pero su ambiente popular lo
convertía en un lugar especial. Sin embargo, su ubicación en una zona
frecuentada por malvivientes, prostitutas y ladrones hacía que los transeúntes
evitaran pasar por allí de noche. Finalmente, en los últimos años de la década
de los cuarenta, el Teatro Coahuila bajó su telón para siempre.
No muy lejos de allí, el Cine Royal,
situado en la calle de Juárez entre Matamoros y Arteaga, se ganó un lugar
especial en el corazón de los saltillenses. Este cine de barrio, con su icónico
letrero de neón que iluminaba las noches, operó durante casi 28 años. Aunque no
era un cine grande, con un aforo que apenas superaba los 800 asientos, el Royal
tenía su encanto. Las butacas de madera y tela plástica, los enormes copones a
los lados de la pantalla, y el cielo falso del techo, que con el tiempo mostró
manchas de filtraciones de agua, le daban una personalidad única.
El Royal también tenía su lado oscuro, y
no solo por su deterioro. Al lado poniente del edificio bajaba el arroyo de La
Tórtola, que en época de lluvias se unía con el arroyo El Martillo, provocando
la entrada de roedores a la sala. Era común escuchar entre los jóvenes de los
años setenta el rumor de que en el Royal te entregaban un garrote y un costal
para atrapar ratas, y dependiendo de cuántas capturaras, te daban un descuento
o incluso podías entrar gratis. Aunque esto era solo una broma, la mala fama del
cine tenía algo de verdad.
El tiempo no perdonó al Royal, y su
deterioro fue evidente. Finalmente, en una mañana de 1978, la estructura que
sostenía el techo colapsó. Afortunadamente, el incidente ocurrió cuando no
había funciones, y no se cobraron vidas humanas. Aunque los dueños consideraron
repararlo, el tiempo pasó y el cine quedó abandonado, hasta que fue finalmente
demolido. Hoy en día, en el lugar donde alguna vez estuvo el Cine Royal, se
encuentra una plaza pública, un recordatorio de un cine que fue parte integral
de la vida cotidiana de Saltillo.
Al fondo a la derecha se parecía el techo del Teatro
Coahuila, estuvo ubicado en los cruces de Pérez Treviño y Padre Flores.
Programa triple del año de 1972 del desparecido cine Royal
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