Casa Lilienthal
A principios del siglo XX, en
pleno corazón de Saltillo, justo frente a la Alameda Zaragoza, comenzó a
levantarse una majestuosa casa que, con el paso del tiempo, presenció los
vaivenes de la historia y los cambios de vocación de su estructura. La esquina
que hoy conforman las calles de Cuauhtémoc y Ramos Arizpe albergaba este
emblemático inmueble, cuyo solar, junto con otras porciones de tierra en la
misma área, habían pertenecido a un personaje peculiar: el Dr. Santiago
Hewetson, un industrial de origen irlandés.
El propietario de la casa, el
ingeniero Alfredo Whipple Lilienthal, un hombre de origen estadounidense,
originario de Jersey, Nueva Jersey, se había instalado en Saltillo en 1888,
atraído por las oportunidades de negocio que ofrecía la ciudad en plena expansión.
Como ingeniero en minas y experto en topografía, Lilienthal fue responsable de
trazar el tramo ferroviario entre Saltillo y Torreón, una obra que resultó
fundamental para el desarrollo de la región. Sin embargo, las dificultades
económicas no tardaron en aparecer, y en pleno proceso de construcción de su
propia casa, tuvo que hipotecarla por 15 mil pesos oro para poder concluir los
trabajos del ferrocarril, proyecto que había asumido en contrato con el
gobierno de Coahuila.
A pesar de los esfuerzos de
Lilienthal, el negocio del ferrocarril no dio los resultados esperados. En
1904, la empresa fue absorbida por Ferrocarriles de México, y aunque el tren
siguió operando durante décadas, Lilienthal había perdido su concesión. Sin
embargo, la estación de ferrocarril, aunque modificada, sigue en pie hasta el
día de hoy, ubicada sobre el Bulevar Francisco Coss y la prolongación de la
calle Manuel Acuña, como un vestigio del legado ferroviario de Saltillo.
Tras el revés económico,
Lilienthal permaneció en la ciudad junto a su familia, ocupando la casa incluso
durante la Revolución Mexicana, una época convulsa en la que muchos extranjeros
regresaron a sus países de origen. Eventualmente, el ingeniero también dejó
Saltillo, estableciéndose en la bulliciosa ciudad de Nueva York. Con su
partida, la casa cambió de dueños, y fue adquirida por el empresario holandés
Gerardo Van de Leygraf y su esposa, Dolores Bermúdez. Ellos transformaron el
hogar de Lilienthal en el Hotel Jardín, un hospedaje que aprovechaba su
estratégica cercanía con la estación de ferrocarril. Los pasajeros que llegaban
a la ciudad solían alojarse allí, atraídos por la comodidad del lugar y la
conveniencia de su ubicación.
El Hotel Jardín prosperó durante
algunos años, y un viejo anuncio de la época destacaba su dirección en la
Tercera de Cuatemotzin No. 1, una calle que con el tiempo cambiaría su nombre
por el de Cuauhtémoc. Sin embargo, como muchas historias de la ciudad, el ciclo
del hotel terminó a mediados de la década de 1920. Martha Vremher, quien tomó
las riendas del establecimiento, decidió darle un nuevo enfoque, convirtiendo
el hotel en una peculiar pensión.
Bajo el nombre de "Alt
Heidelberg Inn", la pensión adoptó una temática alemana, inspirada en la
famosa obra romántica "Viejo Heidelberg", escrita por Guillermo Meyer
Forster y estrenada en Berlín en 1901. Esta obra, con gran éxito en Alemania,
se había convertido en un ícono cultural, y Vremher utilizó su renombre para
crear un ambiente acogedor que recordara a los viajeros un hogar en tierras
lejanas. El Alt Heidelberg Inn se promocionaba como el mejor lugar de descanso
frente a la "Alameda más hermosa del país", un refugio para turistas
que ofrecía comidas caseras al estilo alemán, únicas en Saltillo. No en vano,
durante años fue conocido como "la pensión alemana", el único lugar
en la ciudad especializado en cocina germana.
Pero, como tantas otras joyas
arquitectónicas de la época, la casa de Lilienthal no sobrevivió al paso del
tiempo. Hacia los años sesenta, la casona fue derrumbada, aplicándose el adagio
popular del ilustre saltillense Artemio de Valle Arizpe, quien con frecuencia
repetía: "La verdadera maldición de la ciudad es tirar lo único para
levantar lo que se encuentra en cualquier lugar". Lo que una vez fue un
hogar, un hotel, y luego una pensión, fue reemplazado por una nueva
construcción, erigida por la familia López del Bosque, sus actuales
propietarios.
Así, la casa frente a la Alameda
Zaragoza, con su historia de cambios, adaptación y olvido, quedó en la memoria
colectiva de la ciudad, como un reflejo de las transformaciones de Saltillo y
los personajes que pasaron por sus calles.
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