Casa del cura Hidalgo en Saltillo

Ariel Gutiérrez Cabello 

En una de las esquinas más emblemáticas de Saltillo, donde las calles de Hidalgo y Aldama se cruzan, se encontraba una vieja casona que, según las consejas de antaño, había sido testigo de la estancia de Don Miguel Hidalgo en su breve paso por la ciudad en 1811. Dos placas, una de mármol y otra de bronce, perpetuaban la creencia de que en aquel sitio se hospedó el "Padre de la Patria" durante su histórica travesía. Sin embargo, la historia, llena de detalles y coincidencias, fue moldeada por la memoria colectiva y la interpretación de los hechos, como tantas otras en el relato costumbrista de nuestra tierra.

Para 1810, la Villa del Saltillo estaba en plena efervescencia. La célebre Feria del Saltillo, que cada año atraía a comerciantes y personalidades de toda la región, comenzaba el 23 de septiembre. En aquellos días, la ciudad se encontraba repleta de personajes ilustres, entre ellos el gobernador Antonio Cordero y el obispo de Linares, Primo Feliciano Marín y Porras, quienes, acompañados por nutridas comitivas, paseaban por las calles empedradas y compartían mesa con los grandes comerciantes locales. Jefes y oficiales de las tropas provinciales de Coahuila, Nuevo León y Nuevo Santander también se daban cita, preparando el escenario para lo que sería un año decisivo en la historia de México.

El 15 de octubre, el obispo Marín y Porras lanzó una pastoral desde Saltillo, condenando a quienes apoyaran la insurgencia. Pero la resistencia local ante esta amenaza fue palpable; el espíritu independentista comenzó a germinar en la ciudad, y la llegada de las tropas insurgentes no tardó en ser recibida con simpatía.

Fue el 8 de enero de 1811 cuando el general José Mariano Jiménez entró triunfante a Saltillo tras vencer en una breve batalla en la hacienda de Aguanueva. El gobernador Cordero y Manuel Royuela, el tesorero de las Cajas Reales, huyeron precipitadamente hacia el norte, dejando atrás sus propiedades y cargos. Poco después, el 5 de marzo, Don Miguel Hidalgo hizo su entrada en la ciudad. Según los relatos de la época, el insigne insurgente fue alojado en la propia casa de Royuela, lo que en aquellos días se consideraba todo un acto de justicia poética.

Sin embargo, la versión oficial de este acontecimiento quedó grabada en la memoria de los saltillenses de forma errónea. En 1910, durante las celebraciones del centenario de la Independencia, Lorenzo Ildefonso Blanco, encargado de los festejos, decidió colocar una placa conmemorativa en la esquina suroeste de Hidalgo y Aldama, afirmando que aquella casa, la de su propia familia, había sido el hospedaje de Hidalgo. Una placa de mármol fue instalada para perpetuar el supuesto hecho, y durante décadas, los habitantes de la ciudad creyeron que aquel era el sitio histórico.

En 1953, durante las celebraciones del bicentenario del natalicio de Hidalgo, el Gobierno del Estado colocó una nueva placa, esta vez de bronce, con una inscripción que resaltaba la negativa del cura a aceptar el indulto ofrecido por el gobierno español. La frase grabada, "El indulto es para los criminales, no para los defensores de la Patria", resonaba con fuerza entre los saltillenses, consolidando aún más la leyenda de que aquella esquina había sido testigo de uno de los momentos más heroicos de la lucha independentista.

Sin embargo, el destino y la casualidad, como suele suceder, pusieron las cosas en su lugar. Fue hacia los años sesenta cuando la familia Blanco vendió la propiedad a un comerciante llamado Abraham Iga, quien posteriormente la traspasó al señor Salvador José para la construcción de una mueblería. Durante la demolición de la vieja casa, Enrique Martínez, dueño de una funeraria situada justo enfrente, notó que la placa de bronce había sido dejada en la banqueta. Con la intención de salvarla, cruzó la calle y pidió al señor Iga que se la diera. Dos años más tarde, la placa fue colocada en la fachada de la funeraria, generando cierta confusión entre los vecinos, quienes creían que se trataba de un error, ya que por tanto tiempo había estado en el edificio de enfrente.

El tiempo reveló la verdad. Documentos resguardados en la biblioteca del Centro Cultural Vito Alessio Robles confirmaron que la verdadera casa donde se hospedó Hidalgo no había sido la de la esquina suroeste, sino la propiedad del tesorero Manuel Royuela, en la esquina noreste de las mismas calles, el lugar donde ahora se alza la funeraria. Así, la placa de bronce finalmente encontró su lugar legítimo, y como reza una vieja canción, de la placa de mármol, aquella que originó la confusión, nunca más se supo.

Hoy, al caminar por las calles de Hidalgo y Aldama, uno puede detenerse y reflexionar sobre cómo el paso del tiempo y la memoria moldean las historias que conforman nuestra identidad, y cómo, a veces, la verdad se revela de las formas más inesperadas.

 



 Durante años se creyó que la histórica casa donde había estado Hidalgo había sido la que se encontraba en la esquina sur oeste de Hidalgo y Aldama.

 

Fotos propiedad de los descendientes de Alejandro V. Carmona

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