Fotógrafos de la ciudad.
Mora
y García, Los Amos de la Fotografía.
Relatos y Retratos del Saltillo Antiguo
Ariel Gutiérrez Cabello
Es muy probable que, en los diferentes
archivos oficiales y familiares, se encuentren imágenes de esta famosa agencia
de fotógrafos; la cual estuvo situada en la calle de Aldama 576, se mantuvo en
servicio por casi 30 años. Dedicados a captar los irrepetibles e inolvidables
momentos de la vida social y política de la ciudad.
La sociedad entre Mora y García dio
comienzo poco antes de la década de los cincuenta del siglo pasado. José Mora Luna
además de fotógrafo, fue el encargado de revelar e imprimir fotografías, Rubén
García Soto, apodado El Güero, fue el socio capitalista y a cargo de las
relaciones públicas del negocio.
Por años fueron fotógrafos
oficiales de cubrir eventos y ceremonias oficiales del Gobierno del Estado y la
Presidencia Municipal de Saltillo. De igual manera proporcionaban los servicios
para retratar a delincuentes e infractores, imágenes que se utilizaban para
elaborar la ficha de detención de las policías judicial, municipal y la Penitenciaría
del Estado. Otra vertiente importante de la agencia era la cobertura
fotográfica de todo tipo de eventos sociales.
Un día normal de trabajo en Mora
y García, comenzaba a las nueve de la mañana, la primera tarea era repartir e
ir a cobrar las fotos que se habían quedado pendientes del día anterior, como
segunda faena era rastrear fechas de las próximas ceremonias a llevarse a cabo,
las fuentes para lograr esa información eran las oficialías del registro civil
y las sacristías de las iglesias; una vez obtenidos los datos, se llevaban a ofrecer
a domicilio los muestrarios de fotos.
Mora y García, dura escuela de
buenos fotógrafos
Varios fotógrafos desfilaron por
este emblemático negocio, entre ellos se cuentan a: Juan Alberto Rodríguez, José
Ángel Ramos, Isidro Aguirre, Ramón Hernández, José Narro, Alberto Carrillo,
José Antonio Carrillo, Gabriel Berumen y Juan García Olvera. Hace tiempo, tuve
la oportunidad de platicar con uno de los fotógrafos que se formó con Mora y
Garcia.
Juan Alberto Rodríguez Díaz, comenzó
a trabajar en 1950, justo cuando cumplía diez y seis años. Rubén García, pidió permiso al padre de Juan Alberto para que
fuera a cobrar unas fotos de unos recién
casados, el joven Juan Alberto tomó las fotografías y en su bicicleta llevó los
20 retratos enmarcados en cartulina a la calle de Múzquiz, al llegar al
domicilio, se dirigió con el novio, “mire aquí están las fotos, se la mandan
Mora y García”, el novio preguntó ¿cuánto es?, Juan Alberto respondió, “200
pesos, a diez cada una”, de regreso a la
agencia, el Güero García, se extrañó de la rapidez con la que el joven había vuelto,
además había logrado vender todas las fotos. El Güero acababa de darle empleo, “Muy
bien, mañana vienes en la mañana, ¡ah!! Ten este dinero”, entregó el 20% de la
venta; vaya sorpresa se llevó el joven, éste se preguntó, cómo fue posible que
por recorrer solo unas cuadras en bicicleta y en muy poco tiempo, se había
ganado 40 pesos.
Habilidad nata y mucha
curiosidad.
Otras tareas encomendadas al
joven Juan Alberto, fue la de surtir las sustancias químicas, como el hiposulfito,
hidroquinona, ácido acético, ácido sulfúrico, todo, en la tienda del señor
Alejandro V. Carmona, ubicada en la Calle de Venustiano Carranza, hoy Manuel
Pérez Treviño. Al pasar una serie de
pruebas, a los tres años cámara en mano, salió a retratar automóviles, casas,
gente, entregó el rollo y al revelarlo, el Güero García notó que el joven Juan
Alberto enfocaba bien y las composiciones no estaban tan mal para un
principiante.
El “rápido” proceso para
obtener fotografías.
Después de tomar varias escenas
de algún evento social con la cámara de 35 milímetros, se dirigía a revelar el
rollo, secarlo en una charola con albohol, después pasar el negativo a la
ampliadora para imprimir en papel, de ahí al revelador, luego al baño para
parar el revelado, enseguida a la charola del fijador, por último, enjuagar las
fotos, secarlas, montarlas y regresar en bicicleta a venderlas, todo en muy poco
tiempo porque se acaba el evento.
La caída de la fuerte sociedad
de Mora y García
La fuerte competencia, hicieron
que se redujeran los ingresos. La manera en que Mora y García llevaba a vender los
retratos era en bicicleta; su competidor cercano, la Fotografía Posada, lo
hacía en motocicleta, Mora y Garcia empezó a perder clientes, ya que Posada casi
siempre se adelantada.
Las pérdidas económicas fueron cada
vez mayores, en 1978 Rubén García se retiró, la agencia cambió de nombre a Foto
Mora, solo quedó Mora y un empleado, el fotógrafo Gabriel Berumen, quienes
siguieron en el negocio por algunos años más.
Afortunadamente el archivo con
millares de negativos, se conserva, gracias a la familia de Gabriel Berumen.
Juan García Olvera único
sobreviviente de los fotógrafos que se formó con Mora y García
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